
En una nota reciente reproducida parcialmente por ESPN, el actual alero del Miami Heat declaró:
- "Entiendo que mucha gente salió herida [en Cleveland] con la decisión".
- Además dijo que a medida que iba creciendo, él y sus amigos de Akron no siempre querían a Cleveland.
- "Los habitantes de Cleveland, debido a que eran chicos de una ciudad más grande cuando crecíamos, nos miraban desde arriba... (...) Odiábamos a Cleveland en nuestra juventud".
Aunque esas declaraciones hablan del pasado, de un joven James, un chico adolescente que tiene mucho camino por delante, todavía tenía algo por decir:
- "Y hay mucha gente en Cleveland que aún odiamos".
¿Qué necesidad había para declarar el odio? No importa que en la nota mantenga su postura y justifique el programa donde anunció La Decisión (La Decepción), eso puede hablar de puntos de vista opuestos pero inconducentes. Ahora, el hablar de odio solo fomenta más odio, y estamos hablando de básquetbol. ¿Desde cuándo el vínculo hacia el deporte debe ser el odio?
Eliminado por Orlando Magic, Lebron se retiró de la cancha sin saludar a sus oponentes, como se estila en la NBA. Sin ganar todavía un campeonato y con apenas una Final disputada se habla del legado lebroniano. Ahora habla de odio, incluso luego de que en la misma nota dice que podría volver a jugar en Cleveland.
El talento de James es innegable. Su madurez está por venir. No hablen de legado, por favor.
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